PUBLICIDAD Y LIBERTAD (14-12-2001)

 

En el mundo occidental la economía está asentada sobre la sociedad del consumo que genera producción que, a su vez, se ha de consumir... y así sucesivamente, como una bola de nieve que se hace grande a base de rodar. Uno de los engranajes de esta cadena es la publicidad que se ha convertido en el eje de nuestra economía.

 

La publicidad, en principio, es un medio de comunicación y de información para anunciar que un producto existe y que aquel que quiera lo puede comprar y consumir. ¿Cómo, si no, podría yo comprar una cosa que necesito si ignoro su existencia? Este cometido de la publicidad está en el fondo del comercio, de esta actividad humana que nació en los albores de la humanidad y que  contribuyó a establecer relaciones entre pueblos diversos ya en la antigüedad.

 

Actualmente, con la complejidad de la economía y en la sociedad de consumo que comentaba más arriba, la publicidad se ha convertido en algo más que un medio de información. Los anuncios ya no se limitan a informar sobre la existencia de un producto, sino a convencer al personal de que aquella mercancía le es necesaria, aunque no sea verdad. Si repasamos las cosas que tenemos en nuestra casa veremos que muchas de ellas nos son totalmente innecesarias y que las tenemos por culpa de la publicidad.

 

Muchas veces los anuncios publicitarios utilizan técnicas de convencimiento muy sutiles y, de una manera subliminal, envían mensajes de comportamiento ético que puedan conectar con el espectador. Recuerdo un anuncio que presenta la insolidaridad entre les persones para vender no sé qué coche. El resultado final es que los productos se acaban adquiriendo y los mensajes de comportamiento también.

 

Yo recomiendo un ejercicio de libertad: mirar los anuncios de una manera objetiva y crítica e intentar descubrir lo que significan y el mensaje que llevan implícito. Así podré decidir de una manera más consciente lo que he de comprar. Por mi parte, ya tengo una lista de productos que no compraré nunca, o bien porque sinceramente no los necesito o porque utilizan mensajes de comportamiento no ético en su publicidad.

 

Fermí Manteca

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EMIGRACIÓN Y PROGRESO (07-12-2001)

 

El fenómeno migratorio no es nuevo. Desde la más lejana antigüedad, los hombres y los pueblos han buscado la mejor manera de vivir sobre la tierra y han salido de su pequeño mundo para encontrar en otro lugar una nueva vida. Las fronteras entre las tribus, primero, y entre los estados, después, fueron fruto de las invasiones migratorias y de la necesidad de defenderse y de definir su identidad.

 

Muchas veces los movimientos migratorios se hicieron violentamente y mediante una invasión cruenta. Sólo hay que recordar la conquista del continente americano por parte de los europeos o la caída del imperio romano en manos de los pueblos venidos del nordeste de Europa. Muchas guerras han tenido su origen en este hecho migratorio.

 

Sin embargo, más allá de los motivos y las maneras de llevarse a cabo aquellas migraciones, no hay duda que, a diferencia de la endogamia cultural, los encuentros entre los pueblos han contribuido al progreso y a la evolución de la humanidad, cuando realmente se ha producido una integración entre culturas diversas y un intercambio de conocimientos y experiencias.

 

Hoy también continuamos contemplando estas migraciones. Muchos de nuestro país han emigrado fuera. Todos conocemos a personas de países más o menos lejanos que han aterrizado cerca de nosotros buscando una mejor cualidad de vida. El hecho es que cuando una familia tiene que marchar de su pueblo y abandonar su tierra, para encontrar otro tipo de vida, no lo hace por gusto. Un signo de evolución humana madura es hacer todo lo posible para que la integración de los recién llegados sirva para que ellos aporten las características buenas de su cultura y se adapten al país de llegada.

 

Por eso, todas las iniciativas para facilitar esta integración son buenas. En Guissona, la parroquia organiza encuentros ecuménicos y facilita incluso la acogida religiosa de los inmigrantes, sobretodo de los ucranianos, para que las religiones sean un instrumento de paz y de concordia y no de división.

 

Fermí Manteca

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LA BELLEZA (30-11-2001)

      

No hay duda de que la persona es una unidad entre el cuerpo, las capacidades psíquicas y el espíritu. Además, estos tres niveles están tan relacionados que incluso la medicina contempla las reacciones psicosomáticas, aquellas en que se produce una interdependencia entre, por ejemplo, el estado de ánimo y las respuestas orgánicas.

 

En el campo de la educación, eso se ha de tener muy en cuenta, ya que una comprensión global e integral de la persona, ayudará a un mejor desarrollo armónico. Hay una escuela de modelos, de aquellos y aquellas que se pasean por la pasarela enseñando la ropa de la temporada, en que una de las asignaturas que enseñan es la de la belleza interior. Les enseñan que la belleza exterior del cuerpo es un reflejo de aquellas cualidades interiores que hacen que la persona sea más persona. Les proponen que un comportamiento ético, como es la generosidad, la bondad o el compañerismo, da paz interior, a diferencia de la envidia, la soberbia o el egoísmo; y que la paz interior se traslada a la belleza corporal.

 

A nivel de lenguaje también trasladamos las características físicas al comportamiento ético. Así, de una persona que es buena éticamente decimos que “es muy maja” y a un niño que se comporta mal le decimos que eso “es muy feo”. También nos “gusta” más una persona con buen carácter que otra que sea arisca.

 

Hemos de cuidar, pues, de nuestro cuerpo para hacerlo fuerte y bello. Sin embargo, no hemos de olvidar la integridad de la persona y cultivar los valores éticos de la bondad que están muy relacionados con la belleza. Ojalá todos fuésemos “guapos”.

 

Fermí Manteca

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DEJARSE ACONSEJAR (23-11-2001)

 

Todas las personas necesitamos la ayuda de los demás. Cuando somos pequeños no sobreviviríamos sin la asistencia de una persona adulta que cuide de nosotros, nos alimente, nos proteja y nos acompañe hacia la autonomía personal.

 

El adolescente, que está en aquella edad en que necesita todavía la ayuda de los adultos, pero que ya va adquiriendo y aprendiendo su autosuficiencia, reivindica su independencia y rechaza cualquier ayuda que le pueda venir impuesta desde el mundo de los adultos, sobretodo si viene de los padres. Esta contradicción entre la necesidad de protección y el rechazo de cualquier tipo de ayuda hace sufrir a los mismos adolescentes, que se sienten inseguros, y hace sufrir a los padres que muchas veces no saben afrontar el dilema. A veces la solución que encuentran muchos padres es la imposición firma, mediante la autoridad. Otros, por el contrario, optan por la permisividad total. En ambos casos, el adolescente no irá aprendiendo a superar el conflicto interno entre el ejercicio de su libertad y la necesidad de dependencia.

 

Muchos adultos que no han llegado a superar aquel conflicto adolescente se encuentran inseguros y pueden presentar problemas de relación con los demás, cosa que les provoca muchas veces infelicidad. Hay muchas personas que van por la vida mostrando una tal inseguridad que son incapaces de tomar decisiones importantes en su vida y se dejan llevar por otros de una manera infantil. Otros, en cambio, manifiestan su inseguridad mostrándose autosuficientes de manera descarada y no aceptando ni tan sólo un consejo de los demás.

 

Un signo de madurez es aquel en que la persona es consciente de su realidad, de su capacidad de aprender siempre y se deja aconsejar de los otros, para tomar sus decisiones en conciencia. Ya lo decía aquel: “Es sabio el que se deja aconsejar”.

 

Fermí Manteca

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COSAS DE LA IGLESIA (16-11-2001)

 

A todas las cosas les podemos dar una finalidad bien concreta. Algunas tienen una destinación determinada y cualquier desviación se puede considerar una prostitución de aquella cosa ya que la destinamos a una finalidad diferente. Cualquier empresa lo sabe perfectamente, de tal manera que, por ejemplo, una fábrica de zapatos, que su finalidad es la fabricación y venta de los mismos, si destina sus recursos materiales o humanos a otros temas, estará perdiendo el norte y, al final, tendrá que cerrar.

 

La iglesia, aunque no es una empresa, también tiene su finalidad, que es dar testimonio y predicar una serie de valores muy importantes para la humanidad, unos valores que reconocemos en la persona de Jesús de Natzaret a través de los evangelios. Así pues, todas las cosas que organice la iglesia han de estar destinadas a aquella finalidad, incluso su economía. Muchas veces los periodistas, que no están especializados en temas de iglesia y desconocen aquella finalidad, hablan de que una diócesis o unas parroquias han tenido beneficios, refiriéndose a un resultado positivo de la gestión económica de un ejercicio, olvidándose de que la iglesia no reparte dividendos, que no es sociedad anónima y que es una organización sin ánimo de lucro.

 

Últimamente, la economía de la iglesia ha sido noticia por las inversiones financieras de algunas de sus entidades (obispados, parroquias, etc.). Muchos han criticado que una iglesia invierta en bolsa, ya que reconocen, primero, que las inversiones especulativas en la bolsa no son del todo éticas, y, segundo, que esperen que la iglesia tenga un comportamiento ético, de acuerdo con la finalidad de dar testimonio de los valores evangélicos.

 

De hecho, entre nuestras parroquias y, en general, en toda la diócesis de Solsona, hace tiempo que venimos trabajando para que la economía de nuestras iglesias sea también como una catequesis, es decir, que toda su gestión sea testimonio de lo que creemos y predicamos. Por eso, no se cobran los servicios religiosos (decimos que formamos una familia) y sólo se pide a los feligreses la colaboración anónima, periódica y responsable. Por eso también procuramos la transparencia total de las cuentas. Todo en la iglesia ha de estar al servicio de la pastoral y ha de ser también pastoral.

 

Fermí Manteca

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VÍCTIMAS DOMÉSTICAS (09-11-2001)

 

La cualidad más pregona de la persona es la de ser social. Desde la más ancestral antigüedad y desde nuestros antepasados somos animales de convivencia, condenados a compartir nuestro territorio, nuestras cosas, nuestra tribu y nuestra vida con otras personas. De otra manera no habríamos sobrevivido, ya que nuestra condición de seres sociales nos hace interdependientes en el sentido de tener necesidad de los que nos rodean ya desde que nacemos.

 

A lo largo de la historia de la evolución humana aquella condición social más ancestral se ha ido configurando culturalmente y de las pequeñas sociedades tribales, más semejantes a las manadas que habían de defender el territorio, se ha pasado a las modernas formas de convivencia familiar y a la complejidad de nuestras ciudades y sociedades. Hoy día la convivencia ha de estar basada en la libertad y no en la dependencia, ya que la evolución de les cualidades humanas nos ha llevado al desarrollo de la libertad incluso para satisfacer nuestras necesidades.

 

Sin embargo, todavía persiste en nuestra psicología una herencia también ancestral como es el deseo de ejercer el poder, en el sentido de lo que era necesario para la supervivencia de la tribu, como era la fuerza para la defensa del grupo o para imponer ante los otros nuestros genes a la hora de procrear. Este deseo de tener poder todavía está presente en nuestra sociedad y en nuestra convivencia y muchas veces pasa por delante del ejercicio de la libertad y del respeto a la libertad de los demás. Hoy día ya no necesitamos demostrar el poder ante las personas con las que convivimos, ya que la supervivencia familiar no depende de la fuerza, sino del amor y del respeto.

 

La agresividad dentro de la familia, ejercida de muchas maneras, es una reminiscencia ancestral totalmente innecesaria y fruto del juego de poder en lugar del juego de amor y libertad más propios de personas evolucionadas. Aparte del sufrimiento injusto que padece la víctima doméstica, las agresiones repercuten en la misma evolución humana. Los niños aprenderán que la violencia es “normal” y repetirán estas conductas agresivas cuando sean mayores, enseñándolas a las generaciones sucesivas e impidiendo que la humanidad avance hacia conductas de más libertad, amor y comprensión.

 

Fermí Manteca

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EL CULTO A LOS MUERTOS (02-11-2001)

 

En todas las culturas primitivas encontramos una gran atracción por el tema de la muerte. El misterio que plantea el hecho de dejar de existir, sus causas, su sentido, las preguntas sobre el más allá y la falta de respuestas lógicas y científicas hicieron surgir el culto a los muertos como una manera de dar respuesta a aquello que era inconcebible.

 

Así nacieron los dólmenes o las pirámides como monumentos funerarios que más tarde se convertirían en mausoleos, estelas funerarias o panteones. El culto a los muertos es una constante en la humanidad como un deseo de trascender la limitación de la naturaleza y alargar, por lo menos simbólicamente, la vida más allá de la vida.

 

Sabemos que la evolución en este mundo está hecha por la sucesión de vida y muerte que se generan mutuamente y este proceso, a la larga, se convierte en una continuidad evolutiva positiva. Nuestro cuerpo, nuestra humanidad es finita como lo es una flor, un árbol o el proceso generativo y degenerativo de cualquier ser vivo del planeta.

 

Por su parte, el cristianismo significó un paso adelante en el pensamiento de trascendencia, con la aceptación de la muerte como generadora de vida y valorando, no sólo el cuerpo como elemento finito de la humanidad, sino sobretodo a la persona, como lo que trasciende al cuerpo. Por eso se habla de resurrección y de vida. Es ésta la razón por la que la fiesta primitiva del culto a los difuntos y a la muerte, el cristianismo la transforma en el culto a la vida, en la fiesta de “todos los santos”, aquellos que gozan de la vida en el punto convergente de evolución, que para los creyentes es Dios.

 

Sin embargo, la cultura cristiana no ha podido eclipsar la devoción a los muertos y las visitas al cementerio y las colas para llevar flores se convierten en la misma expresión primitiva del culto a los difuntos, por la no aceptación de la muerte, mientras la vida se nos escapa o la hacemos huir a base de injusticias y violencias que hacen que la humanidad no avance hacia la vida evolutiva, sino que tenga un carácter regresivo.

 

Fermí Manteca

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